Los propósitos de Año Nuevo son la manifestación de nuestra intención para que el próximo año, en este caso 2021, mejoremos nuestra vida en los aspectos que consideramos importantes: salud, finanzas, relaciones, apariencia, conocimiento, descanso, vacaciones, etc.
Pero si son tan relevantes, ¿qué ocurre que solamente el 8% de las personas cumplen sus propósitos?
El secreto está –literalmente– guardado en nuestro cerebro. ¿Qué quiero decir con esto? Que este órgano es la causa de que fallemos en lograr nuestros tan importantes propósitos.
Lo sé, el primer pensamiento que salta es: ¡¿Pero cómo?! Si yo quiero lograr mis propósitos, ¿por qué mi cerebro me lo impide? Si yo le doy la orden de apegarse a la dieta, de levantarse temprano para hacer ejercicio, de ahorrar ese dinero y no gastarlo… ¿Por qué mi cerebro no me obedece?
La respuesta es la siguiente: tu cerebro está programado principalmente para mantenerte a salvo y cómodo, no compitiendo y exitoso. Necesita que te quedes en donde estás, la zona que ya conoce, que continúes con la rutina diaria que ya domina, la tan famosa zona de confort.
Piénsalo, un propósito implica hacer algo diferente, incluso, un cambio de hábito, cambios, cambios y más cambios. Por ello, se resiste y no es suficiente que tengas la intención de adquirir un nuevo hábito, es necesario que mantengas disciplina, pero más allá de eso, necesitas tener claros tres aspectos clave para lograrlo:
1.- Encuentra tu porqué.
Pregúntate cuál es la verdadera razón por la que es importante y quieres cumplir con ese propósito. Sé totalmente honesto, por ejemplo, puede pasarte lo siguiente: “Quiero adelgazar para mejorar mi salud”, pero al profundizar, podrías encontrar que lo que realmente quieres es lucir bien, que te quede un vestido que viste, o que te vuelva a quedar aquél pantalón con el que lucías increíble. No hay respuestas incorrectas, sólo totalmente honestas. Identificar y reconocer tu porqué te dará más “gasolina” para continuar cuando dudes y quieras renunciar.
2.- Establece métricas.
Asigna metas pequeñas, esto eleva las probabilidades de que alcances tu objetivo porque mentalmente es más viable pensar: “haré 10 lagartijas diarias esta semana” que “tengo que hacer 50 lagartijas consecutivas todos los días dentro de 5 semanas”. La primera idea se percibe como posible, la segunda pudiera agobiarte y parece más lejana. La meta debe retarte, pero ser alcanzable, para que al cumplirla ganes más poder.
3.- Sé consistente.
Mantenerte fiel a tu objetivo es clave para alcanzarlo, nunca lo pierdas de vista, incluso cuando no quieras levantarte a hacer ejercicio, o te inviten a la fiesta y quieras comer una enorme rebanada de ese delicioso pastel. Mantente firme y todos los días recuerda tu meta y tu porqué, suena simple, pero hacerlo te permitirá conectarte con tu intención inicial. La constancia te permitirá acostumbrar a tu cerebro a su nueva zona de confort, y por lo tanto, dejará de ofrecerte resistencia, incluso, eventualmente te alentará a cumplir con tu propósito.
Recuerda la regla: el cerebro funciona a partir de hábitos de pensamiento, de acciones, alimenticios, de salud, de sueño, y tus propósitos, como dijimos al principio, son el inicio de nuevos hábitos.
Crea nuevos hábitos, crea una nueva vida.
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